La productividad de los hijos en las empresas familiares

14 de junio de 2018

estrategiaPor: Jairo Pinilla Director de Performia Colombia

A menudo vemos con asombro cómo el esfuerzo de los padres durante décadas, al construir una empresa, se ve desperdiciado por sus hijos que en cuestión de un par de años acaban con la organización que heredaron de su fundador. ¿Dónde podrían estar las causas de tan triste y común situación?

Afinidad versus competencia

Cuando uno se asocia con una persona, muy a menudo lo hace porque siente afinidad por ella. Así es que surgen muchas empresas, de la asociación de dos o más grandes amigos de la infancia. Pero no siempre la afinidad significa competencia. Y si un socio es mucho más competente que el otro, al manejar una empresa o un proyecto (que puede ser un matrimonio) por lo general esa empresa o proyecto termina en problemas. Y la amistad también…

Así que antes de uno asociarse debería evaluar la competencia de su futuro socio, por encima de su afinidad con él o ella. Y esto aplica para cuando uno se va asociar con un hijo u otro familiar en una empresa: No todo familiar, por ser familiar, es una buena persona para trabajar y mucho menos para dirigir una empresa, así sea nuestro hijo o hija. Lo curioso es que la afinidad no crea competencia, pero al contrario si funciona: la competencia de un socio trae afinidad hacia él.

¿De dónde viene la productividad de las personas?

Podríamos abordar el tema propuesto directamente desde la perspectiva de la productividad de la gente. Hay personas altamente productivas y hay personas que no lo son. Y hay principios que determinan la productividad de una persona, y que un gerente de cualquier empresa podría tener en cuenta para estimular la productividad de sus empleados, y en especial de sus hijos, si piensa “dejarles” la empresa en algún momento.

Todo tiene que ver con una ley universal llamada “La Ley del Intercambio”. Las diferentes especies del planeta se rigen por esa ley, a excepción de la especie que se considera la más inteligente: La especie humana. Esa ley dice que para uno poder recibir algo, primero tiene que dar…

Lo hacen las plantas: Primero ofrecen una fruta deliciosa y nutritiva, y después obtienen, a cambio de ello, que los pájaros, otros animales y las personas distribuyan su semilla. Curioso que lo que dan, comparado con lo que esperan a cambio, pareciera ser siempre de mucho más valor. Lo hace el pez piloto, que primero limpia a los tiburones de sus parásitos y luego a cambio recibe alimento y protección.

En la raza humana, especialmente en las últimas generaciones, vemos la constante violación de esta ley. Hay cada vez más políticas sociales y regímenes populistas y de izquierda (y también de derecha) que basan su éxito en darles a las personas beneficios a cambio de “ser”, pero sin exigir nada a cambio. ¿A cambio de ser qué?  A cambio de ser pobre, de ser comunista, de ser profesional,  de ser del sindicato, o de ser otras muchas cosas. En una empresa de familia se observa que a menudo las personas reciben grandes beneficios a cambio de “ser de la familia”, cosa que va en contra de la justicia que tanto evalúan los más productivos, y socava la productividad de dichos miembros de la familia.

La gente que es productiva valora lo que tiene porque por lo general le ha costado un esfuerzo el obtenerlo. Es algo que se puede observar con pocas excepciones. Las personas que hoy tienen grandes empresas comenzaron desde cero y las han construido con gran esfuerzo y mucho trabajo. Otros las han heredado, pero desde temprana edad fueron parte de la empresa y se les trató de igual manera (y a veces de manera más exigente) que a los demás empleados.

Lo que queremos para nuestros hijos:

Creo que se podría resumir en esta frase: Nos esforzamos tanto para que nuestros hijos tengan lo que no tuvimos, que nos olvidamos de darles lo que si tuvimos.

¿Y qué es eso que si tuvimos? Tuvimos problemas, escasez, hambre y frío, tuvimos que resolver los problemas que creamos y responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras acciones. Y tuvimos que aportar o producir algo antes de recibir algo a cambio, y esto desde temprana edad. Pero hoy en día nuestros hijos están protegidos de tener que resolver los problemas que crean y sus padres intervienen para manejar todos las incomodidades o problemas en los que se meten. Reciben medallas porque papá fue el mejor patrocinador, aprueban materias porque papá y mamá amenazaron al profesor, etc. Y por supuesto después estos nunca van a ser capaces de manejar sus vidas de manera autónoma… y mucho menos una empresa o un cargo directivo.

¿Qué forma el carácter de un ejecutivo?

La adversidad. Los problemas a los que se ha enfrentado y la necesidad a la que la vida lo ha expuesto, y su disposición a enfrentar y solucionar situaciones complicadas y de mucha presión. Nunca ningún consentido y mimado por la vida, criado en cuna de algodón, ha llegado a ser un gran líder.

Entonces uno debería permitir que sus hijos trabajaran en su empresa desde los cargos más operativos y difíciles, con la peor paga y el trato más duro y los jefes más exigentes, si alguna vez han de llegar a ser ejecutivos exitosos. Deberían comenzar por abajo y permanecer allá un buen rato. Ganarse cada ascenso de cargo en cargo con su propio esfuerzo, incluso mayor al que se le exigiría a cualquier otro empleado. No ir a una “prestigiosa universidad” y llegar a dirigir de una vez la empresa.

La productividad y el estudio formal

Contrario a lo que muchos piensan, y a lo que le han apostado con mucho esfuerzo, el enviar a nuestro hijo a estudiar un MBA  a Harvard no nos da la seguridad de que realmente regrese y sea capaz de manejar la empresa que hemos creado a pulso durante toda una vida. Al contrario. Hay demasiadas evidencias de que lo que lo que les enseña la universidad, dominada por los dueños de la globalización, es a despedir gente ante cualquier crisis, a buscar utilidades en la empresa a punta de “recortar gastos” y a vender las empresas que con tanto esfuerzo han creado sus padres por una ilusión falsa de adquirir “músculo financiero”.

La personalidad destructiva:

Y lo peor que puede suceder: Hay un tipo de personalidad destructiva que viene “de fábrica” con el ser humano, que solo busca hacer daño a cualquier persona a su alrededor, que no distingue entre sus propios padres, cónyuges o hijos y que no responde a ningún tratamiento, terapia o esfuerzo por corregir su comportamiento. Las personas a su alrededor se enferman, cometen errores, se vuelven “de malas” y a menudo terminan en el manicomio. Estadísticamente son solo 2 o 3 personas de cada 100.  Pero podría ser un familiar tuyo.

En un artículo del ejemplar anterior de esta revista nos dedicamos con profundidad a este tipo de personalidad. Recomiendo estudiar ese artículo con detenimiento ya que, si lo hace, usted podría fácilmente determinar si alguno de los que lo rodean tiene esta personalidad. Y en ese caso no hay nada que hacer. Así sea su hijo más mimado, no tiene nada que hacer en su empresa.

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