Es posible innovar sistemáticamente con una cultura empresarial y una estructura que le de soporte.
Por: José Betancourt, DBA(c). Profesor LSO.School, consultor de lymgroup.com
Desde hace más de dos décadas los profesores Bower y Christensen (1995) dieron a conocer el concepto de innovación disruptiva como la generación de tecnología o ideas con la capacidad de transformar organizaciones, industrias o economías, desplazando por completo productos que antes eran aceptados por el mercado.
¿Por qué razón este concepto está ahora más vigente que nunca? Sin lugar a dudas porque las empresas deben mantenerse en movimiento frente a un mercado dinámico.
Factores como el acceso a la información de manera inmediata, a nuevas tecnologías de bajo costo y a la eliminación de las fronteras geográficas, hacen que se pueda adquirir cualquier producto con solo un clic, lo que también pone a tambalear a cualquier negocio. ¡Esto lo sabemos desde hace años! Empresas como Amazon, Uber, Airbnb o Youtube, no representan gran novedad en los productos que ofrecen, pero han innovado en la forma de conectar a sus clientes a través de plataformas tecnológicas.
¿Por qué no lo implementamos? La razón principal es que la gestión del día a día nos consume. La innovación no se improvisa, pues debe surgir de un proceso sistemático que motive al equipo de la empresa a acercarse más a las necesidades del mercado, a crear nuevas soluciones y caminos para satisfacer sus expectativas.
¿Cómo se puede innovar sistemáticamente? Existen dos elementos fundamentales para lograrlo: la cultura empresarial y la estructura que le de soporte.
En relación con la cultura se necesitan cinco componentes: 1. Pasión, es decir, encontrar lo que motiva a las colaboradores y clientes a tener en su top of mind nuestro producto o marca, ese diferencial que agrega valor es lo que no debemos modificar, es lo que nos permite identificar un punto de partida y no perder el norte; 2. Equivocación, entendido como tolerar las fallas, pues en el camino de la innovación el aprendizaje se capitaliza; 3. Velocidad, para hacer pruebas de productos, mercados, canales, elasticidad de precios e incorporación de tecnologías, que en grandes corporaciones tardarían años en desarrollarse; 4. Apertura, vista como la habilidad de ver desde distintos ángulos nuestra innovación, trascender los límites de la industria e incorporar otras disciplinas que complementen; 5. Cambio, que es la crítica constructiva de la innovación, la prueba de fuego en la que se exponen las ideas frente a clientes, proveedores y reguladores; este último componente nos lleva a generar nuevas ideas para pulir y preparar la innovación para una etapa de lanzamiento o escalabilidad.
Una empresa que logra fomentar una cultura de innovación con los cinco componentes mencionados anteriormente, ha avanzado el trayecto más difícil, y lo que falta para que su innovación sea sistemática es un pequeño impulso con el segundo elemento, es decir, la estructura. Dependiendo del tamaño de la empresa se puede generar un Comité Interno, un Consejo Asesor con miembros externos o en el mejor de los casos una Junta Directiva con miembros externos independientes, con experiencia y formación que complementen las debilidades de nuestra empresa.
Al generar un espacio periódico de análisis representado en estos órganos de gobierno, las empresas podrán acceder a una evaluación objetiva respecto a la viabilidad de la innovación, a la priorización de recursos desde una perspectiva estratégica, así como a nuevas ideas y contactos para potenciarla; pero lo más importante, a la generación de sistemas de evaluación, compensación y formación que lleven a directivos y colaboradores a seguir en la búsqueda de innovaciones disruptivas.
Espero que con este artículo los propietarios y directivos de startups y mipymes reconozcan la importancia de fomentar una cultura de innovación en sus empresas, que acompañado de una estructura de pensamiento muy simple pero valiosa en sus aportes, les permitirá generar impactos disruptivos en su mercado.
*Fuentes: Bower, J. L., & Christensen, C. M. (1995). Disruptive technologies: catching the wave.