Los fundadores de esta pyme, finalista del premio Gacela en 2022, han logrado que lo que comenzó como un emprendimiento, en 2017, se proyecte para llegar a otros rincones del país.
El Banco de Recuperación y Reciclaje Canaima SAS BIC, Bancanaima, nació de la mano de una pareja de emprendedores, el guajiro Yuris Rafael Pérez Briasco y la valluna, Lina Maria Morales Gallego, quienes en 2017 pasaron de explotar oro en las minas de Ginebra, a fundar un emprendimiento social y ambiental.
En el 2022 fueron finalistas del premio Gacela MisiónPyme en la categoría de innovación debido al triple impacto de su proyecto que busca un beneficio social, ambiental y económico.
Un negocio que nace de la adversidad
La historia de Yuris y de Lina comienza con el cierre de una explotación aurífera en Ginebra, Valle. “Esas minas las cerraron por el impacto ambiental que generaban y eso nos puso a pensar que debíamos generar otra fuente de ingresos”, comenta Lina.
Para lograrlo, le dieron un giro de 180 grados al negocio, pues pasaron de explotar oro en la región a ser una organización que se basa en el intercambio de residuos plásticos por alimentos, mercado o elementos de utilidad.
“Bancanaima nace como un proceso de reconversión laboral en un pueblo con vocación minera, donde ahora está prohibido hacer este tipo de explotación y existen pocas oportunidades de empleo. Así, probamos intercambiar residuos plásticos por alimentos”, agregan estos emprendedores que, además, son esposos.
La sostenibilidad es integral
La idea de reciclar se abrió ante ellos como una antigua mina de oro, pero generando un triple impacto: beneficios en lo ambiental, en lo social y en lo económico. Su trabajo se convirtió en una forma de minimizar la pobreza extrema, pues quienes dependían de la minería ahora trabajan directamente con ellos, en su negocio familiar, al tiempo que generan un bienestar ambiental.

Hoy, Bancanaima está presente en municipios del Valle del Cauca y de La Guajira. Pasaron rápidamente de ser un banco de oportunidades en Ginebra, a brindar estas mismas facilidades de trueque de reciclaje por mercado o elementos de utilidad en 7 municipios del Valle, entre los que destacan el Cerrito, Guacarí y Buga.
Además, desde que les otorgaron el estatuto de empresa de aseo público, no sólo reciben elementos de reciclaje como plástico o vidrios, sino que además recolectan residuos aprovechables, con los que generan compost y otras composiciones de uso agrario.
“Con Bancanaima generamos empleo y oportunidades a recuperadores ambientales de oficio, y minimizamos el impacto ambiental de los desechos plásticos, al tiempo que incentivamos a las personas a reciclar en la fuente, haciendo pedagogía”, relatan.
En total, emplean a 25 personas de la región de manera directa, aunque a veces se acercan unas 2.000 personas en todos los municipios en los que tienen presencia para hacer parte del trueque.
“También hemos desembolsado microcréditos a emprendedores pequeños, como los que venden las arepas o quienes tienen tiendas de abarrotes. Luego nos pagan la deuda con elementos de reciclaje”, relata la pareja sobre una de las líneas de servicios de Bancanaima.
Trabajar con la gente y reciclar sí pagan
Son dueños de un banco, pero no un banco común o tradicional. Cuentan como anécdota que el señor que limpiaba el río Guabas de todo aquello que muchos consideran basura un día los buscó porque “tenía una pila de plástico más grande que su casa”. El resultado de reciclar estos desechos y de vincularlo al proyecto ambiental del banco logró que esta persona lograra comprar los uniformes y útiles escolares de sus nietos después de no tener recursos para ello.
A esta historia se suma la de una mujer que vivía “debajo de una casa”, alejada de sus hijas y familiares, a quien lograron ayudar a través de los elementos de reciclaje que ella fue recolectando. “Con esto esa señora consiguió su propio hogar y se pudo reencontrar con sus hijas. Nunca olvidaremos esa historia”, agregaron.
Su gran satisfacción es la de ver la felicidad de la gente y poder ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas. “Tanto daño que le hacíamos al medio ambiente y ahora con un trabajo en equipo ellos comen y tienen lo que necesitan”, reflexiona Lina.
Hoy, la relación entre reciclaje e impacto a los miles de recicladores a quienes han podido integrar a este esquema de economía circular es inmensa. Las cuentas oscilan entre 40 a 55 toneladas mensuales de desechos plásticos y han aumentado las rutas de recolección a 5 rondas por semana. “Trabajar y reciclar con Bancanaima sí paga”, relata, a manera de eslogan, la pareja de empresarios.
Proyecciones a largo plazo
Innovando para alcanzar mayores beneficios han logrado que el emprendimiento, que nació en 2017, se proyecte para llegar a otros rincones del país. De hecho, trabajan arduamente para llegar a la isla de San Andrés en este año, donde existen “grandiosas oportunidades”.
Bancanaima es un ejemplo inspirador de cómo un emprendimiento social puede tener un impacto positivo en la vida de miles de personas y en el medioambiente. En 5 años quieren llegar a 20 regiones más de Colombia para seguir transformando el tejido social y empresarial, así como aportar su granito de arena al cuidado del medio ambiente.
“Todo lo que ha sucedido nos habla de lo que estamos haciendo bien. Por eso fue tan gratificante recibir el Premio Gacela el año pasado, porque nos alegra ser reconocidos en nuestra labor, entendiendo que fuimos capaces de transformar la forma en la que nos ganábamos la vida. Ahora lo hacemos mejor, no sólo con nosotros mismos, sino también con quienes nos rodean, incluyendo a la naturaleza.”