POR ADRIANA MACIAS
Repensar la vida, evaluar su significado y valorar más aquello que está cerca del corazón. Sin duda, todos nos hemos hecho este propósito durante esta cuarentena. Sentados ante el computador en casa, seguramente en sudadera o pantaloneta, muchos hombres sin afeitar, en medias o pantuflas, nos ha quedado claro que con lo básico podemos vivir bien…¿o no?
Dos semanas después del confinamiento revisé mi pedicure y me preocupé, no tanto por lo mal que se ven mis pies ahora sino por la situación que podría estar afrontando Olga, madre cabeza de familia que adora a su perrito criollo y se gana la vida arreglando las uñas de hombres y mujeres en el salón de belleza frente a mi casa.
Le escribí por WhatsApp para preguntarle cómo estaba y me respondió que todo iba bien porque se había marchado a Pacho (el pueblo donde viven sus papás en Cundinamarca). “Alcancé a viajar, gracias a Dios porque acá la vida es más barata”, me dijo cerrando con una carita feliz. También me preocupó el señor que cada domingo se planta con su carrito de helados en el parque y me saluda con la sonrisa amplia de los hombres del Pacífico. Pero a él no lo he podido contactar.
Muchos otros personajes están hoy en mi cabeza: el peluquero, la empleada que hace años se retiró porque se casó, un vecino del barrio de mi infancia que vive de hacer oficios varios, el mesero que me atendía en el restaurante caserito del centro comercial del barrio, el muchacho que recoge a domicilio la ropa para la lavandería y que el año pasado se quedó huérfano de padre, la familiar que vive de hacer eventos sociales…en fin, me preocupa que muchos de ellos aún no tengan claro el impacto a largo plazo de esta pandemia y el llamado a la #Reinvención los va a tomar totalmente desprevenidos. Por ellos es que no quiero simplificar tanto mi vida.
Este aislamiento nos demuestra que la vida puede ser simple, pero debemos tener claro que es urgente que los negocios se empiecen a mover y que ese compromiso de simpleza podría atentar contra el empleo de miles de personas. Mi propuesta es que más bien invirtamos en salvar todos los ingresos que estén a nuestro alcance, cuidándonos al máximo del contagio y evitando actividades riesgosas, por supuesto.
Hay muchos gastos pequeños que ayudan a poner un plato de comida en la mesa de una familia, y no me refiero a la compra de productos de lujo o inútiles sino al pago de cosas más sencillas como las arepas que cada bimestre me trae Cristina, las masas de pandebono que me mandan cada cierto tiempo desde Jai Jara para darle gusto a mis hijos y otro tipo de productos y servicios que ofrecen cientos de famiempresas en Colombia. Por supuesto, les pediré que tomen todas las medidas para que se protejan y protejan a sus clientes, así como verificar que lo hagan.
Por convicción personal hace un buen tiempo decidí simplificar mi vida, lo que me ha brindado una alta dosis de tranquilidad pero tengo claro que una vez se supere la cuarentena invertiré, en su justa medida, en los esfuerzos de muchas familias que se ganan la vida sirviendo a otros. Por supuesto escuché el llamado urgente a la #Reinvención y trabajo con mi equipo en Misiónpyme para evitar que la pandemia nos lleve a la UCI, como estarán haciendo muchos otros emprendedores y empresarios.
Por ahora, me alegra que muchos colombianos tengan el compromiso de resignificar su sentido de vivir, pero ojalá contribuyendo a mantener los empleos de quienes más los necesitan.